Construcción de un
huerto familiar en el patio de una vivienda de un barrio de Guayaquil, Ecuador.
Se denomina legumbre (del latín legumen) a un tipo de fruto seco, también llamado comúnmente vaina. Asimismo, reciben tal nombre las semillas comestibles que crecen y maduran dentro de este fruto y las plantas que lo producen.
Las legumbres constituyen un grupo de alimentos muy homogéneo, formado por los frutos secos de las leguminosas, siendo dehiscentes, desarrollados a partir del gineceo, de un solo carpelo
y que se abre tanto por la sutura ventral como por el nervio dorsal, en
dos valvas y con las semillas en una hilera ventral. Estas vainas
suelen ser rectas y carnosas. Por lo general poseen una carne interior
esponjosa, aterciopelada y de color blanco. Su parte interna corresponde
al mesocarpio y al endocarpio del fruto.
El tamaño de las legumbres varía desde un milímetro o poco más hasta
cincuenta centímetros. Su forma, aunque en la mayoría de los casos es
alargada y comprimida, como la de las judías, frijoles o habichuelas,
varía muchísimo.
Estos frutos pertenecen al gran grupo de las plantas leguminosas (familia Fabaceae) y, a pesar del gran número de especies que componen esta familia, las utilizadas para la alimentación humana y del ganado son relativamente pocas.
La parte de la planta consumida en alimentación animal y humana varía
entre las distintas especies de leguminosas. En la mayor parte de los
casos, la parte comestible coincide con la utilizada por la planta como
almacén de sustancias de reserva. La gran variación existente en la
parte consumida es una consecuencia de la diversidad de estrategias
utilizadas por las leguminosas para su adaptación a los medios más diversos.
Las legumbres han sido cultivadas por siglos por una gran variedad de culturas. Se pueden considerar alimentos nutricionalmente recomendables teniendo en cuenta su composición en proteínas, hidratos de carbono, lípidos, fibra, minerales y vitaminas.
Las legumbres son bastante parecidas entre ellas en su composición de nutrientes, el cual varía un poco en el cacahuete y la soja ya que el contenido de lípidos en éstos puede alcanzar el 18%, frente a un 4% en el resto de legumbres.
Las legumbres han sido cultivadas por siglos por una gran variedad de culturas. Se pueden considerar alimentos nutricionalmente recomendables teniendo en cuenta su composición en proteínas, hidratos de carbono, lípidos, fibra, minerales y vitaminas.
Las legumbres son bastante parecidas entre ellas en su composición de nutrientes, el cual varía un poco en el cacahuete y la soja ya que el contenido de lípidos en éstos puede alcanzar el 18%, frente a un 4% en el resto de legumbres.
Proteínas
Las proteínas comprenden alrededor del 20% del peso de las legumbres, pero es más alta en los cacahuetes
y en la soja hasta alcanzar el 38%. Debido a este alto porcentaje de
proteínas o sustancias nitrogenadas, las semillas de leguminosas han
constituido el complemento más utilizado para aumentar el contenido en
proteínas de las raciones concentradas que se suelen administrar a aves, cerdos y conejos y otros tipos de alimentación del ganado. Sin embargo la soja ha eliminado prácticamente a otras legumbres del mercado de materias primas para pienso.
Las variedades de legumbres consumidas por el hombre tienen un importante contenido en proteínas, con una buena proporción de aminoácidos esenciales. De hecho, aunque no proporcionan todos éstos, (suelen ser escasas en metionina) las legumbres constituyen un grupo especial dentro de los alimentos de origen vegetal, comparables a los cereales, con los que se complementan, compensando su escasez en lisina.
[editar] Hidratos de carbono
La cantidad de hidratos de carbono
en las legumbres es de un 60 %, responsables del aporte calórico. Las
legumbres son, por tanto, alimentos de origen vegetal ricos en hidratos
de carbono (igual que las patatas, los cereales y las frutas) que contienen polisacáridos o azúcares complejos como el almidón, azúcares simples como la sacarosa, glucosa, fructosa, galactosa rafinosa y la estaquiosa, y oligosacáridos a menudo presentes en las paredes celulares, que les proporciona sus especiales características de textura.
Como todo alimento que proporciona calorías,
su «capacidad» de engordar está directamente ligada a las cantidades
que se ingieran y al «acompañamiento» o "sacramentos", es decir, los
alimentos que se ingieran con ellas, como chorizo, panceta, oreja,
etcétera.
Los hidratos de carbono no son imprescindibles para el hombre pero sin ellos, la dieta
no es correcta. Desde el punto de vista nutricional, prescindir de las
legumbres en individuos sanos supone una mala alimentación. Sólo hay que
adaptar las dosis a cada variedad de legumbre. En el caso extremo y
poco recomendable de que se eliminen, se debe aumentar la cantidad
ingerida de grasas o proteínas para así aportar la energía necesaria al
organismo. Las judías verdes, guisantes y habas cuando se comen tiernas,
tienen un valor calórico inferior que el mismo peso en seco, porque la
cantidad de agua es más elevada, aunque en general su composición es muy
parecida.
La idea de que las legumbres se digieren mal es errónea ya que el proceso de digestión se realiza en su práctica totalidad en condiciones normales en individuos sanos, con la gran ventaja de que son carbohidratos de lenta asimilación. La causa de esta creencia puede estar originada en los síntomas que se presentan en el intestino grueso, con formación de gases y dilatación. Estos se deben a la fermentación
de los azúcares no digeribles (hidratos de carbono complejos y fibra),
que en personas con trastornos gastrointestinales pueden acentuarse por
el alto contenido de proteínas en las legumbres.
Los carbohidratos determinan el comportamiento de la legumbre en la
cocción: la absorción de agua durante el proceso, la textura de la
legumbre cocinada (más o menos suave, más o menos 'mantecosa' o
'harinosa'), la elasticidad de las paredes celulares por la pectina contenida en ellas, etc.